6 de Agosto de 1892. A media mañana, un extraño personaje aparece con su séquito en el pueblecito leonés de Valverde de la Sierra. Vienen de Siero de la Reina, son un grupo de gente extraña y hablan en un idioma raro. A duras penas consiguen hacer entender a los lugareños que quieren subir a la gran peña que domina el pueblo hacia el este, una enorme mole caliza de porte afilado que oculta la luz del sol al amanecer hasta bien entrada la mañana, una atrayente montaña llamada Espigüete.
¿Espigüete? ¿Se ha llamado siempre así esta llamativa montaña? Quién conoce los nombres y topónimos de la Cordillera Cantábrica sabe que “Espigüete” es un nombre extraño. Hay quien dice que proviene de la palabra “espiga”. Pero, casualidades de la vida, de pequeño yo pasé algunos veranos en un pueblo del sur de Francia en el departamento del Gard. Y el único municipio costero que tiene ese departamento, Le Grau-du-Roi, tiene una playa de forma triangular perfecta que allí llaman la “Pointe de l’Espiguette”. Forma triangular perfecta como la que presenta el Espigüete visto desde Valverde de la Sierra, ¿casualidad o parecido razonable?
Y es que, ese extraño personaje que hemos dejado en Valverde de la Sierra buscando un guía para subir al Espigüete, es, ni más ni menos que Jean Marie Hippolyte Aymar d’Arlot, Conde de Saint-Saud, un noble francés, montañero y cartógrafo, que ya sabía de la existencia de esta atractiva peña al haberla divisado desde los Picos de Europa años antes en sus viajes de exploración por aquellas montañas. ¿Sería este aristócrata francés responsable del bautizo del Espigüete, o sería el Espigüete responsable del bautizo de aquella playa francesa de Le Grau-du-Roi? Misterio toponímico que seguramente nunca resolveremos, pero que da que pensar, ¿verdad?
¡Saludos Esgalleros! =D